OTTO di rosa

OTTO di rosa

AIZENBERG | ARNAIZ | BENGURIA | BORNSTEIN | BRIONES | CANZIO | FRANCO | GRILO | LIZARRALDE | MAGRANE | MARA | MAZA | MENDOZA | SILVA | SISSO | STROOMER | STUPÍA | ZORRAQUÍN
13 de noviembre de 2025 al 30 de marzo de 2026
¿Por qué el futuro es rosa?

Porque el rosa nunca fue un color menor ni ingenuo. Es exceso, artificio, erotismo, ironía y protesta. Es la infancia y la disidencia, la coquetería rococó y la rebeldía queer, la hospitalidad de Jaipur y la melancolía de los cerezos en flor de Japón.

Michel Pastoureau recuerda que el rosa “no fue considerado un color autónomo hasta muy tarde. Durante siglos se lo vio solo como un matiz del rojo, sin identidad propia. Es un color culturalmente joven”. Esa juventud lo vuelve inestable, múltiple, imprevisible. El FIT de Nueva York lo definió como “uno de los colores más divisivos: provoca atracción y repulsión, inocencia y provocación, feminidad y desafío”.

OTTO di Rosa toma esa ambivalencia como punto de partida. Reúne obras en las que el rosa aparece como signo, presencia o latencia. En artistas consagrados como Roberto Aizenberg, Sarah Grilo, Fernando Maza, Eduardo Stupía, Carlos Arnaiz, Silvina Benguria y Carlos Silva, el rosa se manifiesta en claves históricas y poéticas, cargadas de memoria y densidad.

En voces contemporáneas como Alec Franco, Rebeca Mendoza, Rosario Briones, Dan Stroomer, Lucía Mara, Teresa Magrane, Mane Zorraquín, Mónica Canzio, David Sisso, Bernardo Lizarralde e Isabel Bornstein, el rosa se despliega como energía vibrante, irónica y pop, siempre atravesada por la política y lo cotidiano.

No se trata de ilustrar un color, sino de abrir un campo de tensiones: entre dulzura y rebeldía, entre artificio pop y densidad política, entre intimidad y colectividad. El rosa aristocrático del siglo XVIII, el rosa publicitario de los años 50, el rosa político de las luchas feministas y queer, el rosa kitsch de la cultura popular latinoamericana: todas estas genealogías laten en las obras aquí reunidas.

En su capacidad de mutar y reconfigurarse, el rosa no adorna: interpela. Es un prisma para pensar el presente y proyectar el porvenir.

Por eso decimos: el futuro es rosa.

Eugenio Ottolenghi con asistencia de IA
Octubre 2025