Rebeca Mendoza, El placer de lo imperceptible

Rebeca Mendoza

El placer de lo imperceptible
27 de septiembre al 6 de noviembre de 2023
Curadora: Daniela Arroyo
Texto curatorial

“Su tipo de pensamiento amplía, y hasta llega a inventar, las competencias de todos los jugadores, incluida ella misma, de manera tal que el dominio de las maneras de ser y conocer, se dilata, se expande, agrega posibilidades ontológicas y epistemológicas, propone y pone en práctica, algo que antes no estaba allí. Esa es su práctica de configuración de mundos”.
Donna Haraway, 2021

Las obras de esta exposición se crearon a partir de una sensibilidad aparente a los colores, las estructuras, las formas y las texturas. Rebeca Mendoza, desarrolla un lenguaje en el que se regocija, basado en el diálogo con la materia y un entendimiento del transcurrir desde lo profundo. Este entendimiento, que reposa en el ritmo que establece entre los materiales, el cuerpo, la acción y la emoción, se trata de una posibilidad de existencia en sí misma.

Esa sensibilidad devenida en método de producción/existencia que desarrolla la artista, me recuerda a una filósofa que imagina y ficciona relatos entre seres humanos y animales; para generar nuevos interrogantes, o bien, nuevas formas de interrogar. Es decir, para hacer filosofía de otra forma. Las historias que crea Vinciane Despret, promueven diferencias interesantes y funcionan como dispositivos para sembrar la inquietud por lo universal. El transitar por esta muestra e involucrarse con las obras, produce un mismo efecto.

A cierta distancia, colores plenos, formas geométricas, texturas lisas, líneas que encierran tonalidades y construyen bordes; todo vibra coralmente y llama a un encuentro cuerpo a cuerpo con las obras. En la cercanía, esa primera impresión resultó ser una probabilidad, las certezas se tornan difusas y aparecen diferencias interesantes. En los óleos, las líneas en realidad son fronteras porosas donde aparecen lo orgánico y las pinceladas, en algunos casos, deja entrever otras capas de color debajo que se superponen, y en otros, el gesto en sí mismo. De frente, en las encáusticas, se puede percibir el movimiento de la materia en su estado anterior y quizás, el olor de la cera; en sus bordes, un cúmulo de “accidentes”, vestigio del proceso coreografiado por el cuerpo de la artista. 

Capturan nuestra mirada y nos interpelan, así es el procedimiento. Lo formal te atrae por completo y lo que aparece después, es el placer de lo imperceptible. Toda esta información que surge de la proximidad con las obras, que develan sus bordes, son los gestos sutiles que emergen del diálogo mencionado que establece la artista con la materia, que no se agotan en el plano de lo formal, porque las obras cuentan algo más. 

Estos señuelos para sentir cosas y preguntarnos otras, son las formas estéticas del goce durante esa búsqueda constante, arrojada al mundo. De entrega a la exploración de materialidades y a la voracidad de crear obra para transitar los diferentes estados y posibilidades de su ser-ahí. En definitiva, al igual que Vinciane, Rebeca, se sirve del arte para hacer filosofía de otra forma. 

Daniela Arroyo