Daniel Ackerman
Fotografismos
del 4 de julio al 24 de agosto de 2018
Texto curatorial
Después de más de 30 años como fotógrafo publicitario, carrera que fue muy rica y fructífera, por la que estoy muy agradecido y sin la cual probablemente hubiera tenido menos herramientas en esta nueva etapa, en el año 2015 decidí cerrar el círculo y volver a lo que las exigencias de mi trabajo habían postergado durante décadas; eso que podría llamarse “mi fotografía”: la fotografia personal.
Quizás por primera vez, sentí que me podía permitir expresarme con mi propia mirada, sin libreto previo, deteniéndome en aquellas facetas de la realidad que podían resultarme interesantes.
Entonces, sin una idea previa definida, decidí que iba a comenzar por algo ubicado exactamente en las antípodas de los artificios de mi trabajo en estudio: me concentraría en la naturaleza.
Mi primera excursion fotográfica fue en la reserva ecológica de Buenos Aires. Un poco como en un juego, y con mucho de desafio personal, decidí ir con solamente un lente fijo, «inadecuado» para las características del territorio a visitar. Esa lente me impuso una mirada muy próxima de lo fotografiado, y el raro efecto de aislar el sujeto de su contexto, todo lo cual definió un modo de trabajo, y una perspectiva que, al racionalizarla, me invitó a tratar de profundizarla.
Más allá de las fotos casuales que también he recopilado, la mayor parte de las series fotográficas producidas en este nuevo camino tratan de reflejar las maravillosas formas y dibujos que se esconden de nuestra mirada cotidiana. Consecuentemente, han sido elaboradas aislando sectores del todo, tratando de eludir el enfoque usual donde la sensación espacial y la arquitectura paisajística de sucesivos planos representativos parecen haber instalado una suerte de típica mirada fotográfica de la naturaleza.
He tratado de aislar, de reencuadrar y, a partir de allí, de resaltar algo de esos fascinantes grafismos que una mirada distraida normalmente pasa de largo.
Diría que me he apoyado en un bidimensionalismo extremo de la imagen fotográfica para enfatizarlo aún más, con el invaluable respaldo del blanco y negro, un ingrediente que, de por sí, es de una extraordinaria potencia gráfica autónoma.
Lo más estimulante en esta nueva etapa, y en esta primera tematica elegida, tan transitada y a la vez tan nueva para mí, es el renovado placer, algo olvidado hasta hace muy poco tiempo, de aprender algo nuevo con cada serie. Y de recordar que es el fotógrafo el primero en «maravillarse» cuando una buena foto se revela ante sus ojos. El fotógrafo, testigo y después un espectador más. Todo el resto del mérito es de lo fotografiado.
Daniel Ackerman
Julio, 2018